Se ha demostrado que el intestino y el cerebro están interconectados a través del nervio vago y cooperan en sus respectivas funciones a través de la liberación de sustancias bioquímicas.
Muchas de estas sustancias son producidas por bacterias intestinales (postbióticos).
La disbiosis es una alteración en el equilibrio intestinal entre las bacterias “buenas” y “malas”, favoreciendo a estas últimas. Esta condición, que la mayoría de las personas desconocen que tienen, actúa negativamente no solo en el cerebro sino en todo el organismo. Entre los efectos negativos se incluyen la reducción en la producción cerebral de neurotransmisores como el GABA y la serotonina, necesarios para la serenidad, y la provocación de una inflamación silente de bajo grado y consecuente neuroinflamación.
La dieta para la disbiosis contrasta la depresión. La disbiosis a menudo es provocada por un exceso de almidones y carbohidratos. Para reequilibrar, se deberían limitar estos.
En conclusión, la ansiedad y la depresión están fuertemente influenciadas por el buen funcionamiento del intestino, la flora bacteriana intestinal (microbiota o microbioma), la disbiosis
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